Modern Languages and Literatures, Department of

 

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2015

Citation

“El fantasma del deseo: delirios nacionalistas en Huesos, de Ramiro Pinilla.” Ramiro Pinilla: El mundo entero se llama Arrigunaga. Ed. Mercedes Acillona López. Bilbao: Universidad de Deusto, 2015. 145-63.

Abstract

Ramiro Pinilla desarrolla en Huesos (1997) el descubrimiento por parte del joven protagonista, Asier, de que un gudari llamado Ismael Jáuregui se halla escondido desde la Guerra Civil en su caserío, habiendo propagado sus familiares la noticia de su muerte. Ismael vive encerrado en esa casa durante veinte años, hasta su fallecimiento en 1957, cuando su madre Josefa y su hermana Nerea le entierran junto a la que fue su novia, haciendo creer al pueblo que, gracias a un mensaje de la Virgen, han descubierto sus huesos en un monte y los están dando sepultura. Partiendo del argumento de la novela, en una primera lectura se podría pensar que Pinilla está criticando el franquismo, el cual provocó el ostracismo del nacionalismo vasco y la represión y ocultación de los contrarios al régimen dictatorial. Así, Ismael no saldría a la calle por la represión franquista durante la postguerra, ya que la guerra siguió existiendo en los supuestos años de paz.

Historias semejantes han constituido la materia narrativa de varias novelas contemporáneas, entre las que destaca Los girasoles ciegos (2004), de Alberto Méndez.1 Huesos también parece recuperar la memoria histórica de los vencidos en la Guerra Civil: «Los hombres de Euskadi, derrotados -no sus personas, sus puños, su coraje, y, menos, el romanticismo que los magnificaba- por las bombas que les llovían del cielo, se hallaban dispersos por tumbas, cárceles y exilio. Se fue sabiendo de ellos a medida que llegaban sus certificados de defunción o sus cartas» (14). El propio autor ha comentado en numerosas entrevistas la necesidad de que las generaciones jóvenes conozcan las atrocidades acometidas por los franquistas durante la postguerra: «[ ... ] siete años de genocidio sistemático. Eso lo tengo que contar en algún lado. Doscientos mil muertos, y todos con la sentencia firmada por Franco a la hora del café» (Landaburu 2009).

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