Modern Languages and Literatures, Department of

 

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2010

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Published in CONCIENCIA MEXICANA: BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA Y CENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN, ed. Rodrigo Pereyra Espinoza (Céfiro Press, 2010), pp. 201–208. Copyright © 2010 Céfiro Press.

Abstract

Vine a Estados Unidos porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Miguel Hidalgo. En eso pienso mientras observo a la mujer que se acerca al mostrador de inmigración cargando una imagen de la Virgen de Guadalupe. Es enero de! año 2006 y deben ser como las cinco o las seis de la mañana, en una de las muchas salas de llegada de! aeropuerto O'Hare de Chicago. Somos -la Virgen, la mujer que la carga y todos los que hacemos cola detrás de ellas-, e! cargamento adormilado de un vuelo que salió de More!ia a las dos de la mañana y nos depositó en este pedazo de pradera desde el que iremos desperdigándonos. A Pilsen, Cicero y Romeoville, los que van más cerca. A Joliet, Champaign y Areola, los que seguimos por tierra. A Desmoines y Omaha, los que transbordan. La ma avanza. No sé cuál de las dos reacciones me hace más gracia: La cara del oficial de migración que tiene unos 25 años y hasta hoy nunca había tenido que preguntarse si las deidades necesitan pasaporte. La cara de aquí no pasa nada de la mujer que intenta pasar desapercibida con una imagen de metro y medio amarrada a la espalda -la expresión imagen de bulto nunca fue más apropiada-.

Tal es e! secreto para sobrevivir el exilio: Aquí. No. Pasa. Nada. Cuando le tiraron a la basura su tupper con carne de puerco y verdolagas al chavo de las botas vaqueras que avanza a mi derecha, y todos sabíamos que su mujer se había pasado toda la noche cocinando: Aquí no pasa nada. Y hace cuatro horas, cuando vimos quebrarse a un hombre adulto, curtido por el trabajo, porque la mamá le echo una bendición que deberá durarle todo el año: Aquí no pasa nada. Cuando veo a mis alumnos -este invierno dejaron su país por primera vez y de mi mano para conocer the real Mexico--, y comparo sus maletas con las cajas de jabón Zote y aceite Girasol con las que mis compatriotas trasiegan entre una vida y otra: No pasa nada. Es un sueño, un rato, un suspiro nomás. Voy y vengo. Me dejas la luz prendida, porque no me tardo. Y así es como resulta que la Virgen pasa migración y sale legalmente al frío de Chicago. Antes de cruzar al estacionamiento, veo a la distancia que una señora y su hija se detienen ante ella y se persignan. Recuerdo, recuerdo, recuerdo, ¿dónde lo leí? eso que escribió Rachel Reynolds sobre el poder de la oración entre los inmigrantes nigerianos en esta misma ciudad:

Porque a menudo los inmigrantes se sienten descorazonados debido al dislocamiento de espacio tiempo que acarrea la migración, estas plegarias derivan su poder afectivo de la forma poética en la que segmentan o reservan una parte del espacio y el tiempo, en un acto que alivia la dolorosa paradoja del inmigrante, que trabaja y vive por una patria de la que ha estado alejado durante tanto tiempo (181).

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